El presidente de Bolivia, Evo Morales, que asumió el cargo hace 10 años y llevará a cabo un referéndum
constitucional este domingo para volver a presentarse a la reelección
en 2019, suele ser descrito en los medios internacionales como un
autócrata benévolo. Según esa visión, Morales tiene un discurso
anticapitalista delirante, pero sus políticas económicas son
responsables.
En rigor, Morales
está destruyendo a su país. En los últimos días, un escándalo
político-sexual en torno a la relación de Morales con una joven con la
que tuvo un hijo en 2007, y que luego se convirtió en ejecutiva de una
empresa china que recibió contratos multimillonarios del gobierno, ha
sacado a la superficie mucho de lo que hay de malo del populismo
autoritario de Morales.
El escándalo salió a la luz el 3 de febrero, cuando el periodista Carlos Valverde reveló que Morales tuvo un niño con una joven llamada Gabriela Zapata,
cuando ella tenía entre diecisiete y diecinueve años de edad, y que
Zapata se había convertido en una alta ejecutiva de una compañía china
que ha recibido más de $500 millones en contratos del gobierno de
Morales.
Valverde hizo la denuncia mostrando publicaciones de la empresa
China, CAMC Engineering, en las que aparece Zapata como una de sus
principales ejecutivas, si no la principal, en Bolivia. El periodista
informó que CAMC ha sido una de las principales beneficiarias de
contratos estatales para carreteras y otras obras públicas desde que
Zapata se unió a la empresa en 2013.
En un principio, el gobierno de Morales lo negó
todo. Como es su costumbre, culpó al “imperialismo norteamericano” de
estar detrás de la denuncia. Cuando las noticias sobre el caso Zapata y
CAMC se multiplicaron, Morales admitió que, efectivamente, había tenido
un hijo con Zapata, pero dijo que el niño –llamado Ernesto Fidel Morales
Zapata– había muerto, y que no había visto a Zapata en al menos cinco
años.
Pero poco después, una imagen de 2015 en donde
aparece Morales con Zapata durante una celebración de carnaval se
viralizó en las redes sociales. Morales respondió con el dudoso
argumento de que la gente se le acerca constantemente para fotografiarse
con él en eventos públicos, y que él no había reconocido a la madre de
su hijo.
Valverde, el periodista que reveló la historia de
Zapata y CAMC, dijo en su programa de television que a él le importa
“tres pepinos” lo que hace Morales con su vida privada, pero que el rol
de la madre de su hijo en una empresa que se ha convertido en una de las
mayores contratistas del gobierno de Morales huele a corrupción.
El escándalo Zapata también está haciendo
preguntarse a muchos si Morales no está hipotecando el futuro de su país
en negocios turbios con empresas chinas. En un país donde Morales goza
de poderes casi absolutos, poco se sabe acerca de los contratos del
gobierno con las empresas chinas.
China ya es el mayor acreedor de Bolivia. Y
Bolivia ha anunciado que va a tomar una nueva línea de crédito de $7,500
millones de China, lo que podría duplicar la deuda externa en un
momento en que los precios de los principales productos de exportación
del país se han desplomado.
Evan Ellis, profesor de Estudios Latinoamericanos
de la Escuela de Guerra del Ejército de EEUU, dice que mientras otros
países sudamericanos tienen superávits comerciales con China, Bolivia
importó $1,800 millones de China en 2014, cuatro veces más de lo que
exportó a China ese año, y hay “una cantidad extraordinaria” de
contratos estatales con empresas chinas “que han estado plagados de
retrasos y dificultades”.
Mi opinión: El escándalo de Zapata y CAMC, al
igual que otros casos previos de corrupción del gobierno de Morales,
demuestra una vez más que no existe tal cosa como un “autócrata bueno”.
Tarde o temprano, todos los países sin
instituciones que hagan de contrapeso al poder presidencial terminan
generando corrupción masiva, y decisiones gubernamentales
irresponsables.
El gobierno autoritario de Morales –que con el
referéndum del domingo quiere cambiar una vez más su Constitución para
lograr una nueva reelección que le permitiría quedarse en el poder hasta
2025 –ha dado lugar a una corrupción generalizada, y a una deuda
externa con China que van a tener que pagar los bolivianos por
generaciones.
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